La técnica del aguafuerte, enriquecida con aguatinta, me permite componer jugando con las formas. Muchas veces los rastros de lo que queda del proceso, más los registros gestuales de mi buril, con sus distintas versiones en positivo y negativo, podrían interpretarse como un ejercicio de aceptación de las luces y las sombras de la vida.
Esa “savia negra” (de la tinta gráfica), junto a la sabiduría del metal, aparece y se multiplica por obra de un trabajo arduo y constante, mientras se deja conjurar por una pasión que la fecunda. Entre texturas y silencios, conforma las imágenes veladas y reveladas sobre impecables algodones prensados.
El contraste visual de la tinta gráfica con su negrura y la resistencia de la chapa metálica, que después de ser trabajada cede, se suma a la reversibilidad en la imagen que quedará impresa y a la posibilidad de la multiplicidad.
De alguna forma, ese juego entre lo positivo y lo negativo de la tinta aceitosa (a la vez Sabia y savia; cualidad y substancia) posibilita que cada imagen se convierta en interna. Sus propiedades, de esencias viscosas, aparecen también estructuradas en las formas, generando y sosteniendo. Conformando esa otra cara de la luna en la que algo de la propia existencia se refleja.
Vera Rodríguez