No sólo por la cantidad de las piezas maravillosas para exhibir, sino por los mares de gente que lo visitan, el viejo Museo de la Acrópolis, en Atenas, había literalmente “quedado chico”.
Así, el 29 de junio de 2009 se inauguró su nueva sede, a los pies de la Acrópolis y -podría decirse- a la sombra del mismo Partenón. La licitación internacional del año 2000 finalmente fue ganada por el estudio de los arquitectos Bernard Tschumi y Michael Photiadis. La primera licitación para el diseño del nuevo museo se inició siendo la famosa actriz Melina Mercouri (la protagonista del film de su marido Jules Dassin “Nunca en Domingo”) ministro de cultura de Grecia.
Esta primera licitación tuvo que anularse porque la presentación de las propuestas coincidió con el hallazgo de un gran asentamiento urbano antiguo, en el sitio arqueológico de Makriyianni, que floreció entre el período Arcaico hasta principios de la era cristiana en Atenas. Los hallazgos, de invalorable valor artístico y arqueológico, deberían ser integrados a las colecciones del museo y, por lo tanto, los requisitos cambiaron radicalmente. Melina Mercouri siempre fue una apasionada luchadora por el retorno de los frisos del Partenón que se exhiben en el British Museum, en Londres. Se trata de maravillosas esculturas atribuidas casi en su totalidad a la mano de Fidias. Lo que los ingleses tuvieron la falta de respeto de bautizar como los “Elgin Marbles” en memoria de Lord Elgin quien los llevó allá desde la Acrópolis, hoy tienen un nombre “políticamente [más] correcto”: “Esculturas del Partenón”. La situación es un poco borrosa, pero un tal Thomas Bruce, el séptimo Lord Elgin, ocupó el cargo de embajador de la corona británica -entre 1799 y 1803- ante el Imperio Otomano que dominaba en Grecia. Fue así que consiguió adueñarse de estos frisos de valor incalculable y llevarlos a Londres.
El nuevo museo, que contiene una serie de esculturas y tesoros arqueológicos provenientes de la Acrópolis, tiene un lugar reservado para los frisos, que se espera que algún día sean devueltos a su país de origen. Por el momento, el lugar lo ocupan calcos de yeso de las esculturas originales. Entre las varias excusas con las que intentó justificar su accionar, Lord Elgin, amante de las joyas arqueológicas, afirmaba temer que -de permanecer en su lugar de origen- los frisos correrían serios riesgos de daños y aún de destrucción. Posteriormente, se les respondió tanto a Melina Mercouri como a las autoridades griegas que uno de los motivos para la no-restitución de los frisos era que Grecia “no contaba con un museo del nivel y las características para garantizar su buena conservación e integridad…”
Con la inauguración de este nuevo, maravilloso museo, es de esperar que los ingleses se queden sin excusas y no tengan más remedio que autorizar el regreso de los frisos tanto tiempo “exilados”.
El nuevo museo cubre una superficie total de 25.000 metros cuadrados, de los cuales 14.000 están dedicados a la exhibición de sus colecciones, con lo cual es diez veces mayor que su antecesor que se encontraba en la misma colina de la Acrópolis. Desde una óptica arquitectónica, los arquitectos Bernard Tschumi y Michael Photiadis dieron prioridad a tres conceptos rectores: luz, movimiento y programa. La luz se constituyó en concepto primordial ya que al tratarse de un museo dedicado a las esculturas, debe haber siempre mucha luz a fin de apreciarlas, cosa que no sería posible en un museo dedicado fundamentalmente a pintura, grabado y dibujo. El movimiento es un concepto por el cual, además de facilitarse el desplazamiento del público, éste se ve expuesto a una secuencia de “cronología y espacialidad”. Finalmente, toda la estructura del edificio se manifiesta dentro y fuera de él, ya que responde a las exigencias específicas del programa de exhibición de las esculturas.
En la planta baja se encuentra el gran hall de acceso, pavimentado con vidrio, que permite a los visitantes observar las excavaciones del sitio arqueológico de Makriyianni.
Es notable también la parte intermedia del museo con las galerías dedicadas a las primeras épocas del Imperio Romano, a la cual se llega a través de una rampa también realizada en cristal transparente. El bar del museo se asoma a la excavación arqueológica y a una vista asombrosa de la Acrópolis desde la terraza.
Quizás la parte más notable del museo sea la superior, desconcertante en un primer momento, ya que parece estar “torcida” con respecto al eje del edificio. Allí se encuentra el sector dedicado a la galería del Partenón.

La parte superior del Museo “torcida” respecto a su eje para la correcta iluminación de los frisos – Foto de archivo
Es allí donde se entiende por qué los arquitectos han “girado” esta parte del edificio: es para que los mármoles del friso estén orientados exactamente como lo estarían en su ubicación original en el frente del majestuoso templo. Un detalle notable se relaciona con los cimientos del edificio que incluyen un original sistema antisísmico, con columnas asentadas sobre un especial sistema de rodamientos que le permitirían soportar un terremoto de hasta 10 puntos de la escala Richter sin daños estructurales al edificio, a las colecciones y al sitio arqueológico.

La foto aérea permite observar la perfecta alineación del frente del Partenón con la sala diseñada para albergar los frisos – Foto de archivo
En estos momentos el museo alberga también una exposición temporaria con parte de las colecciones de los museos regionales Ephorates de Rodopi y Evros. Su tema: Samotracia – Los Misterios de los Grandes Dioses. Esta muestra, que podrá recorrerse hasta el 30 de septiembre próximo, es la primera de una serie de exhibiciones de obras prestadas por museos muy alejados de Atenas.
El nuevo museo se ha convertido ya en un nuevo polo cultural donde convergen distintas artes y diferentes épocas. Un evento realizado menos de un mes atrás nos toca de cerca porque, a falta de esculturas clásicas, se basó en la música y tuvo el nombre de ¡Tango Acrópolis! El 29 de agosto pasado, en ocasión de la Luna llena hubo música y danza. El patio de acceso al museo se convirtió en una gran pista de baile donde artistas de nivel internacional presentaron coreografías de tango luego de lo cual el público pudo bailar al ritmo de la orquesta del conocido compositor Marios Strofalis. El evento contó con el patrocinio de la embajada argentina en Atenas. Excepcionalmente, ese sábado el museo abrió sus puertas al público a las 8 de la mañana para cerrarlas solamente a la medianoche.

Las “Cariátides” originales en el Museo para protegerlas de la contaminación – Foto Maria Fernanda Silveira
Con este museo, la Acrópolis, desde hace siglos meta obligada del turismo cultural, duplica su oferta y permite una mucho mejor comprensión de la grandeza y de la relevancia de la Grecia antigua, su arte, su filosofía y su visión política que han forjado las bases de lo que hoy -simplificando mucho- llamamos “Occidente”.