Un sinfuturo en construcción
Decirse sin futuro es una manera elegante y astuta de afirmar que uno sí tiene un presente. Esa verdad mediada es, claramente, una verdad a medias. ¿Pero acaso el presente no es eso, una verdad infinitamente a medias?
Los emoticones son jeroglíficos de la emoción. Mientras que los sentimientos son siempre recónditos, de maduración lenta, y casi siempre inconfesables, las emociones, por el contrario, son espontáneas, pueriles, y en opinión de las clases altas, son sobre todo vulgares: flato en canasta. El emoticón tiene esa cualidad cifrada de presentismo puro, la manifestación más compacta del sinfuturo de la emoción.
Cuando alguien nos “quiere decir algo”, sabemos de inmediato que es hora de irnos. Y ese sería mi primer impulso. Pero este estallido sincronizado de emoticones en el techo promete una historia, seguramente banal, que pica nuestra curiosidad. Al fin de cuentas, ¿quién no disfruta desculando un buen enigma? Y el misterio se revela, ínfimo como siempre, porque el gusto del misterio está en la trama, no en la solución.
El colectivo de artistas responsable de este nuevo “emprendimiento” plantea un sinfuturo en construcción permanente, como quien dice: no se vayan a creer que es tan fácil no tener futuro. A caballo de esa noción hilarante, agrego otra verdad mediada: para defenestrar a estas chicas, primero tendrían que haber ganado cierta altura, ya que defenestrar significa “tirar por la ventana”, y yo las veo más gallináceas, ave corralera de vuelo corto que toma impulso, carretea y se la da contra el alambrado. Con esta instalación por lo menos se dieron contra el techo. Ya es algo. Con la próxima tal vez rompan el techo y veamos qué hay más allá.
Y que sea lo que ellas quieran.
Jaime Arrambide.