Lavalleja 1062
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Tel 4772-6754
Martes a Domingo de 14 a 20 hs.
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Del 31 de Agosto al 27 de Septiembre de 2013 - Inaugura: 13hs - Entrada: libre y gratuita
Par plasma una mirada sobre las relaciones interpersonales que va más allá de la elección de un tema, la determinación de los encuadres y la edición de los registros. Su hilo conduc- tor es la pulsión personal del artista por aproximarse a un acontecimiento con el cual se siente plenamente identificado, tras largos años de vida en pareja.
En cada pose reiterada, en cada expresión coincidente, hay algo del mundo, pero sobre todo, hay mucho de él. La fotografía es el medio que le permite compartir sus ideas con los demás, un vehículo para una reflexión y un afán que exceden los procedimientos y las técnicas de registro.
En su libro Hacia una filosofía de la fotografía,6 Vilém Flusser sostiene que el fotógrafo es un esclavo del dispositivo que utiliza, en la medida en que apenas puede tomar decisiones sobre un conjunto de elementos fuertemente estandarizados por la tecnología del medio. Los aparatos imponen ciertas formas de ver y reproducir la realidad, están programados para construir sus imágenes según parámetros establecidos por la industria y por los valores dominantes que determinan las propiedades de una “buena fotografía”. En su visión, el artista que utiliza una cámara y sigue las normas de su funcionamiento está condenado a adoptar esos parámetros e imposibilitado para ejercer una libertad expresiva verdadera- mente auténtica.
Daniel Romano escapa a la condena flusseriana anteponiendo su propio programa al del dispositivo. Aunque sus fotografías son deudoras de algunos recursos técnicos indispensa- bles -los encuadres, las capturas instantáneas, el teleobjetivo-, se proyectan mucho más allá de éstos en sus metas y ambiciones, y al hacerlo, trascienden los límites formales del medio. El posicionamiento discursivo por detrás de las imágenes da coherencia conceptual y profundidad a la serie, estableciendo una cohesión grupal que subsume, pero a la vez potencia, a los registros individuales.
Esta unidad que subyace al conjunto se palpa desde la primera fotografía a la última. Por momentos se manifiesta en ritmos visuales, en ecos que convocan a la mirada con frescura e inteligencia. Pero fundamentalmente aparece a la manera de una proposición, una búsqueda y un anhelo. Una proposición que enaltece la microfísica de los vínculos interper- sonales, una búsqueda de sus marcas profundas, y un anhelo que encarna en la innumera- ble multiplicidad de los pares.
Rodrigo Alonso
... Las fotografías de Daniel Romano parecen sencillas. El renombrado “momento decisivo” de Cartier Bresson no refiere al clímax de un hecho, sino al momento de encuentro entre el fragmento que capturó la atención del fotógrafo y la “regla de oro” que hace a la calidad compositiva de una imagen.
Encuentro que, a diferencia de la pintura, sucede como un flechazo. Ya lo hemos dicho: no es en la (mera) realidad, sino en el encuentro con la forma artística que se constituye un sentido.
Y el sentido con el que Daniel Romano nos presenta el amor es absolutamente contempo- ráneo. Sin duda, más allá de los estereotipos de eternidad de los refranes amorosos, hay una historia del amor en Occidente. Entre sus muchos capítulos, esta historia incluye los movimientos de liberación sexual de los años 60. Ese erotismo que los jóvenes buscaban liberar de sus tabúes y barreras ha, de algún modo, desaparecido en el horizonte de hipervi- sibilidad de los medios masivos. No es el auge de la pornografía como tema, sino la porno- grafización general de la cultura lo que ha enrarecido aquello que desde tiempos inmemoria- les llamamos amor.
Daniel Romano no acude al saber amargo del moralista: su obra es alegre. Establece un límite de relevancia soberana, dentro del cual las diversas formas del amor, el compañeris- mo, la solidaridad, las tareas compartidas, las circunstancias comunes, permiten a miles de hombres y mujeres trascender su soledad constitutiva. Fundamentalmente, el artista ama mirarlos y nos ayuda así a ensanchar nuestra noción de lo que puede ser amado.
Valeria González