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Alberto Giacometti.Alberto Giacometti modelando un busto de Yanaihara en su taller, septiembre de 1960. Foto: Annette Giacometti. Fundación Giacometti, Paris, inv. 2003-2420. © Fundación Alberto y Annette Giacometti

Alberto Giacometti

Alberto Giacometti

Del 13 de Octubre de 2012 al 09 de Enero de 2013 - Inaugura: 17hs  - Entrada: $ 10.-

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Colección de la Fundación Alberto y Annette Giacometti, París.
Curadora: Véronique Wiesinger.

La primera muestra retrospectiva en Sudamérica de la obra del gran escultor y pintor Alberto Giacometti, una de las mayores figuras del arte del siglo XX.

Compuesta por más de 130 piezas, esta exhibición abarca los períodos de su producción artística desde la etapa inicial en su Suiza natal, su temprana formación ligada a Cézanne, al arte africano en los años 20, hasta sus más conocidos estudios de cabezas y retratos, sus emblemáticas figuras femeninas y personajes caminando de las décadas del 40, 50 y 60. Una línea de tiempo que permite apreciar las diversas disciplinas que Giacometti experimenta a lo largo de su carrera (escultura, pintura, dibujo, grabado, arte decorativo), hasta lograr esa marca definitiva que deja en el arte del siglo XX, revolucionando los preceptos de la práctica escultórica.

 

El conjunto seleccionado especialmente para su itinerancia latinoamericana por Véronique Wiesinger pertenece a la Fundación Alberto y Annette Giacometti, con sede en París. 

 

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Alberto Giacometti y Sudamérica: una ocasión perdida

Por Cecilia Braschi

 

[…] Son pocas las ocasiones en las que las obras de Giocometti se han expuesto en el Cono Sur; ninguna exposición monográfica, si se exceptúa una pequeña retrospectiva en el ámbito de la Bienal de San Pablo, en 1998 . También es escasa la bibliografía sudamericana sobre el artista, casi exclusivamente circunscrita a artículos de periódicos, reseñas de exposición en el extranjero o algunas publicaciones de los últimos diez años. No obstante, cuando aún vivía, Giacometti era un artista conocido tanto en Brasil como en Argentina y le reconocían un sitio importante en el panorama del siglo XX los críticos de arte de ambos países, como Jorge Romero Brest, Mario Pedrosa, Rafael Squirru y Aracy A. Amaral .

 

 

[…] Son pocas las ocasiones en las que las obras de Giocometti se han expuesto en el “cono sur”[1]; ninguna exposición monográfica, si se exceptúa una pequeña retrospectiva en el ámbito de la Bienal de San Pablo, sólo en 1998[2]. También es escasa la bibliografía sudamericana sobre el artista, casi exclusivamente circunscrita a artículos de periódicos, reseñas de exposición en el extranjero o a algunas publicaciones de los últimos diez años. No obstante, cuando aún vivía, Giacometti era un artista conocido tanto en Brasil como en Argentina y le reconocían un sitial importante en el panorama del siglo XX los críticos de arte de ambos países, como Jorge Romero Brest, Mario Pedrosa, Rafael Squirru y Aracy A. Amaral[3].

 

Alberto Giacometti no estuvo nunca en América del Sur, ya que su único viaje al continente americano lo llevó a Nueva York en ocasión de la retrospectiva del MoMa, recién en 1965, poco antes de morir en el mes de enero siguiente. […]

De todos modos, los artistas activos en París en los años 30 no necesitaban viajar para tomar contacto con artistas, mecenas y coleccionistas latinoamericanos. Un gran cantidad de mexicanos, chilenos, colombianos y argentinos (la mayoría de ellos miembros de las familias más ricas) transcurrían  con frecuencia períodos más o menos prolongados en París, que entonces estaba considerada como la capital indiscutida del gusto y la modernidad[4]. […]

Dado que los argentinos constituían, sin duda, el mayor porcentaje de esta colonia de acaudalados filántropos[5], no es casual que una de las primeras coleccionistas de Giacometti haya sido una argentina: la joven “mademoiselle de Alvear” que, como Giacometti se complace en comunicar a sus padres[6], es también la sobrina del  General Carlos María, de quien Antoine Bourdelle (maestro de Giacometti en la academia de la Grande Chaumière en los años 20) esculpió el célebre monumento que  hoy domina el barrio de la Recoleta en Buenos Aires.

Hija de Diego de Alvear y Cotita Cambaceres, Elvira de Alvear (1907-1959) provenía de una de las más ricas y prestigiosas familias de la nobleza porteña, si bien las informaciones sobre ella son relativamente pocas. Poetisa y escritora, estaba ligada al nombre de Jorge Luis Borges. […]

El boceto de la escultura y el apunte manuscrito del artista en un cuaderno de mediados de los años 30[7], confirman que la obra comprada por Elvira de Alvear es un ejemplar en yeso de Cabeza que mira, de 1929. […]

Obra emblemática de los primeros años parisinos del artista, la Cabeza que mira es la que lo introduce en la escena artística y en la red de comitentes destacados. Como ha notado Véronique Wiesinger, la Cabeza que mira, vista por Cocteau, Masson y Bérard en la exposición de Campigli[8], fotografiada por Marc Vaux, reproducida en el artículo mencionado que Michel Leiris dedica al artista en Documents, es la primera obra que despierta un interés generalizado en el ambiente artístico parisino, tanto es así que le procura al artista el primer verdadero contacto con una galería. El ingreso de Giacometti a la Galería Pierre, la galería de los surrealistas, jalona además el inicio de su adhesión al movimiento (1931-1935) y de una relación decenal con muchos artistas y escritores que forman parte de ella.

Es difícil decir con seguridad cuándo Elvira de Alvear abandonó París y establecer el destino de la escultura de Giacometti, de la que, empero, no hay huellas en Argentina en los años siguientes. […]

Entre los encuentros importantes de Giacometti en este feliz periodo parisino se destaca el que tuvo con Jean-Michel Frank, el decorador que con los sobrios arreglos de los interiores de Pierre Drieu La Rochelle, Charles Peignot, Alice Cerf y Nancy Cunard[9]había conquistado en los años 20 el gusto moderno parisino […]. La colaboración de Giacometti con Jean-Michel Frank, que comenzó también en 1930 (según la datación de los primeros apliques proporcionada por Giacometti en su cuadernos[10]) y se concluyó en 1941 con la muerte de Frank, representa para Giacometti una nueva y más fértil relación con el coleccionismo sudamericano.

[…] Jean-Michel Frank (de origen judío) logra huir justo a tiempo de la ocupación nazi y de las leyes raciales promulgadas en Francia en octubre del año siguiente. En junio de 1940, parte para Sudamérica y llega a Buenos Aires después de una breve etapa en Brasil[11]. Un mes después de haberse instalado en la capital argentina, Frank invita  a Giacometti a seguirlo no bien le sea posible[12], imaginando probablemente  interesantes desarrollos de su obra del otro lado del océano, sobre todo en el momento en que Europa se prepara, en cambio, a afrontar la guerra. Sin embargo, Giacometti no aceptará la invitación y así otro potencial capítulo de esta historia quedará inconcluso.

[…] muchos de los muebles, lámparas u objetos de arte decorativo realizados por el artista pasan a formar parte de prestigiosas colecciones argentinas. Esto se ve en algunas fotos publicadas en La Nación en marzo de 1941[13], en las que se reconocen una lámpara Figura en la sala de Francisco Murature […] y una lámpara Marianne en la de Alejandro Santamarina y María Felisa Naón […].

Giacometti, en cambio, se encuentra personalmente en París con Jorge y Matilde Born, cuya residencia de San Isidro, en los alrededores de Buenos Aires, representa indudablemente la apuesta más importante de Jean-Michel Frank en Argentina. Miembros de otra encumbrada familia porteña que había construido una fortuna en negocios agroalimentarios[14], los Born, que también habían residido por algunos periodos en Francia en los años 30, deciden decorar su nueva residencia según el estilo parisino más en boga. Estando en París en 1935, siguen el consejo de Ignacio Pirovano, amigo de Jorge Born, y visitan la boutique de Jean-Michel Frank con quien comienzan a dialogar sobre el proyecto[15].

Los muebles y objetos de decoración de la nueva residencia ya están proyectados para la primavera de 1939 […]. Matilde Born recuerda sus encuentros con Giacometti de antes de la guerra, en la época en la que “un grupo de artistas discutían sobre la decoración de nuestra  casa, que se iba a construir en Buenos Aires”[16]. Giacometti, Frank, Christian Bérard, Emilio Terry, quizá también Dalí, se habrían encontrado “durante 5 meses […] casi todos los días”[17], para realizar el proyecto. […]

En 1965, el matrimonio Born visita por última vez a Giacometti en su estudio parisino. “Cuando estábamos partiendo – recuerda Matilde Born –   “él nos prometió que haría algún otro objeto y nos enviaría las fotos, y si gustaba nos lo mandaba”[18]. La muerte de Giacometti, algunos meses después, impedirá que el artista cumpla la promesa.

La partida apresurada de Elvira de Alvear, la trágica muerte Frank en Nueva York y por último la desaparición de Giacometti: una serie de acontecimientos imprevisibles han impedido la posibilidad de una presencia más consistente y duradera de la obra de Giacometti en Argentina, que el gusto local parecía muy bien dispuesto a acoger.

 

 

Traductor : Osvaldo Alzari



[1]El artista prestó una pintura a la exposición Pintura francesa contemporánea, al Museo Nacional de Bellas Artes de Montevideo en 1965, tres esculturas se presentaron en la Bienal de San Pablo de 1951, tres dibujos en la de 1965. La exposición itinerante Cuatro Maestros Contemporáneos del Arte figurativo, Bacon, Dubuffet, Giacometti, De Koening, fue presentada en el MASP de San Pablo, en el Museu de arte moderno Rio, en el Museo de Arte Moderno de Ciudad de México, en el Museo de Arte moderno di Bogotá y en el Museo de Bellas Artes de Caracas en 1973.

[2]Cfr. Jean-Louis Prat, “Alberto Giacometti. A esperança de uma obra nova”, en “Núcleo histórico: Antropofagia e Historias de Canibalismos”, XXIV Bienal de San Pablo, 1998

[3]Además de los textos de los primeros dos críticos de los que se habla más adelante, se señalan: Rafael Squirru, “Alberto Giacometti y su nuevo humanismo”, Lyra, Buenos Aires, n. 250-251, agosto 1983 y Aracy A. Amaral, Textos do Tropico de Capricorno. Artigos e ensaios (1980-2005), vol. I: Modernismo, arte moderna e o compromisso com o lugar, Editora 34, San Pablo, 2006

[4]Patricia M. Artundo, El arte francés en la Argentina : 1890-1950, Fundación Espigas, Buenos Aires, 2004

[5]Ibídem

[6]Carta deAlberto Giacometti a la familia, 6 de mayo de1929, Alberto Giacometti Stiftung, Zurich

[7]Cuaderno, 1934 circa (corregido en 1953), Fondation Alberto et Annette Giacometti, inv. 2000-0037

[8]Ibídem

[9]Pierre-Emmanuel Martin-Vivier, Jean-Michel Frank. L’étrange luxe du rien, Norma, París, 2006

[10]Cuaderno, 1934 circa (corregido en 1953) Fondation Alberto et Annette Giacometti, inv. 2000-0037

[11]Mo Amelia Teitelbaum, The Stylemakers: Minimalism and Classic-Modernism 1915-45, op. cit.

[12]Carta de Jean-Michel Frank a Diego Giacometti, 11 de septiembre de 1940, Archivos de la Fondation Alberto et Annette Giacometti, París, inv. 2003-3945

[13]“Lo que Jean-Michel Frank dejó en Buenos Aires”, La Nación, 30 de marzo de 1941

[14]Pierre-Emmanuel Martin-Vivier, Jean-Michel Frank. L’étrange luxe du rien, op. cit.

[15]Cfr. testimonio de Jorge Born (hijo) en Mo Amelia Teitelbaum, The Stylemakers: Minimalism and Classic-Modernism 1915-45, op. cit. p. 121

[16]Carta de Matilde Born a Annette Giacometti, 8 de diciembre de 1971, Archivos de la Fondation Alberto et Annette Giacometti, inv. 2003-3953

[17]Ibídem

[18]Carta deMatilde Born a Annette Giacometti, 8 de diciembrede 1971, op. cit.

TEXTO CURATORIAL

 

 

Recorrido de la exhibición

Por Véronique Wiesinger, curadora

 

Alberto Giacometti (1901-1966) es uno de los artistas más importantes del siglo XX. Nacido en Suiza, en 1922 se instala en París, donde vivirá hasta su muerte. Desde 1925 hasta 1965, su producción corrió a la par de los grandes movimientos de la modernidad: el cubismo, el surrealismo, la abstracción y el regreso a la figuración, sin jamás desviarse del arduo camino que se fue trazando de manera independiente. Artista inclasificable, Giacometti se aplicó sin descanso a crear una obra que apunta a responder numerosas preguntas de fondo y siempre vigentes sobre la práctica artística, como los significados y mecanismos de la representación, la relación entre la obra de arte y el espacio, y el rol del arte y el artista. Pero Giacometti fue más allá, abordando cuestiones filosóficas fundamentales del ser humano, como las relaciones entre el sujeto y su entorno, la forma en que el individuo se inscribe en el tiempo, y el papel que desempeña la memoria. Rechazando los formulismos que entorpecen continuamente nuestra percepción, Giacometti despertaba cada mañana con el propósito de mirar por sí mismo, con ojos propios, para luego traducir lo que veía con la mayor exactitud posible. Y al invitarnos a compartir su visión, el artista nos alienta a abrir nuestros propios ojos. Esta exposición fue concebida en base a la colección de la Fundación Alberto y Annette Giacometti, que se constituyó en París en el año 2003 por iniciativa de la viuda del artista y a partir de la colección privada de la pareja.

 

Sala 1: Los comienzos. El descubrimiento del arte primitivo

En esta sala se presentan las obras de juventud del artista y las primeras esculturas de sus comienzos parisinos (1922-1928). Su primera pintura al óleo –realizada en Suiza a los 14 años, en el taller de su padre Giovanni, pintor de estilo impresionista–, se expone aquí junto a su primer busto esculpido, la pequeña Tête de Diego sur socle(Cabeza de Diego con base) (1914-1915).

 

En 1922, Giacometti se muda a París para estudiar. Allí ingresa en la Academia de la Grande-Chaumière, donde sigue las enseñanzas del escultor Antoine Bourdelle. Sus dibujos de desnudos dan testimonio de ese aprendizaje, y al igual que sus primeras esculturas cubistas, revelan la influencia de Jacques Lipchitz y Fernand Léger.

 

Giacometti se interesa por el arte africano tardíamente, recién en 1926, cuando ya no era una novedad para los artistas modernos de la generación precedente, como Picasso y Derain. De hecho, se había vulgarizado hasta devenir decorativo. Las dos obras de Giacometti que llamaron la atención del público por primera vez –Femme-cuillère (La mujer-cuchara) yLe Couple(La pareja)– fueron expuestas en 1927 en el Salón de las Tullerías, París, y dan testimonio de la conmoción que produjo en el joven artista el descubrimiento del arte africano.

 

Durante 1929, Giacometti frecuenta a Carl Einstein, autor deLa escultura negra(1925), libro de referencia sobre arte africano, y a Michel Leiris, quien se convertiría en un especialista en arte del pueblo dogón. El arte no-occidental tuvo una influencia perdurable en la producción de Giacometti, pues le permitió alejarse de la representación naturalista y académica para acercarse a un visión totémica y a veces alucinada de la figura humana, cargada de una potencia mágica.

 

Sala 2:

¿Qué es una cabeza?

Esta sala está dedicada a la cuestión de la cabeza humana, tema central de la búsqueda de Giacometti durante toda su vida. Ya en 1926, regala a su amiga Flora Mayo la representación de una cabeza totémica y salvaje, de influencias picassianas. En 1928, Giacometti empieza una serie de cabezas planas cuya novedad llama la atención y le hace obtener, en 1929, su primer contrato con una galería, la de Pierre Loeb, donde exponían los surrealistas. Su padre y su madre, cuyas cabezas tanto ha observado, son los modelos de elección para esas experimentaciones. Su obsesión por la cabeza humana le cuesta su expulsión del grupo surrealista en el año 1935. En ese entonces, por banal que pudiese parecer la representación de la cabeza humana, para Giacometti era una cuestión que distaba de haber sido resuelta. La cabeza, y sobre todo los ojos, son la sede del ser humano y de la vida, cuyo misterio lo fascina. Después de la Tête-crâne(Cabeza-cráneo) de 1934, elaborada tras la muerte de su padre en 1933, sus múltiples variaciones de cabezas muestran que el tema es inagotable, máxime cuando se toma en cuenta la cuestión de la escala: para Giacometti, transmitir exactamente su visión implica también reflejar la distancia desde la cual el sujeto fue observado, o su posición en el espacio respecto del observador. En esos años de la década de 1930, los modelos de sus investigaciones sobre la cabeza humana serán su hermano Diego, la amiga y artista inglesa Isabel (Delmer), y una modelo profesional, Rita (Gueyfier). Después de la guerra, lo serán su esposa Annette –su cómplice y modelo por más de veinte años–, y hacia el final de la vida del artista, su joven amiga Carolina, criatura de los bajos fondos de la noche parisina.

 

Acosado por visiones de cabezas flotando en el vacío, Giacometti se aboca a traducir esas imágenes en esculturas. Y apegándose a la consigna de representar “una cabeza como si fuese una manzana, o cualquier otra cosa”, Giacometti excluye deliberadamente toda psicología.

 

La experiencia surrealista. El objeto

Giacometti adhiere al movimiento surrealista de André Breton en 1931. Activo miembro del grupo, Giacometti se impone de inmediato como uno de los pocos escultores del movimiento. Es expulsado del mismo en febrero de 1935, pero los procedimientos surrealistas siguen jugando un rol importante en su obra: la visión onírica, el montaje y el ensamblaje, los objetos de funcionamiento metafórico, el tratamiento mágico de la figura humana. En esta sala se exhibe la Femme qui marche(Mujer que camina) de 1932, concebida como un maniquí para la importante exposición surrealista de 1933, presentada aquí en su versión sin brazos ni cabeza, tal como se expuso en la exposición surrealista de Londres de 1936.

 

Una versión pintada de la construcción Le Palais à 4 heures du matin (El Palacio a las 4 de la madrugada) evoca el aspecto teatral de su universo onírico. En 1965, al crear una última versión de La bola suspendida para una muestra retrospectiva en Londres, y al ofrecer una versión pintada, Giacometti muestra la persistencia de su vínculo con el movimiento surrealista.

 

La creación de piezas de arte decorativo da testimonio del interés de Giacometti por los objetos utilitarios de las sociedades antiguas o primitivas que tanto admiraba. En 1931, Giacometti había creado una nueva tipología de esculturas, los “objetos móviles y mudos”: objetos con movimiento latente y sugerido, que encargaba en madera a un carpintero.  Al igual que el Objet désagréable (Objeto desagradable) o el Objet désagréable à jeter (Objeto desagradable para tirar), la Boule suspendue  (Bola suspendida) tiende un puente entre objeto y escultura, y se interroga sobre el estatus mismo de la obra de arte.

 

A partir de 1930, Giacometti crea numerosos objetos utilitarios: lámparas, jarrones o apliques, que eran vendidos por el decorador de vanguardia Jean-Michel Frank. Por encargo especial, también concibe bajorrelieves en yeso o terracota.

En 1939, fue uno de los artistas comisionados por un gran coleccionista argentino, que le encargó el diseño de chimeneas, luminarias, ménsulas y molduras. Poco antes de su envío a Buenos Aires y bajo la coordinación de Jean-Michel Frank, la decoración completa fue instalada en París sobre una maqueta de tamaño real. Después de la guerra, Giacometti sigue creando objetos, como la lámpara de 1950, inspirada en un la escultura del pueblo dogón, y objetos funerarios de estilo egipcio, como la puerta para una tumba realizada en 1956 para la familia Kaufmann, de Pensilvania. En esos objetos Giacometti traza un sistema de equivalencias entre la figura humana y la naturaleza: como el árbol, el ser humano está atrapado en un ciclo de crecimiento y muerte que no puede ser detenido.

 

Sala 3

Jaulas y marcos

En esculturas como la Boule suspendue (Bola suspendida), Giacometti recurrió por primera vez al procedimiento de la “jaula”, que le permite delimitar un espacio onírico de representación.

 

Después de regresar de Suiza, en septiembre de 1945, se aboca sin descanso hasta 1965 a investigar el espacio de la representación: las figuras tienen bases que las separan del suelo o se circunscriben a esas “jaulas” que delimitan un espacio virtual, como en la obraLe Nez(La nariz), donde la punta perfora ese espacio y se asoma al nuestro. Algunas composiciones, como La Fôret(La floresta), están apoyadas sobre plataformas en levitación, un nuevo intento por establecer un espacio paralelo al nuestro. En 1950, Giacometti realiza una serie de esculturas que traducen la imagen de un claro, donde los arboles serían mujeres y las piedras serían cabezas de hombre, una imagen que el artista más tarde ampliará hasta su máxima expresión, en tamaño real. Quatre femmes sur socle(Cuatro figuras sobre base) y Quatre figurines sur piédestal (Cuatro figurines sobre pedestal) son dos propuestas de cuatro mujeres de pie, vistas a distancias y en circunstancias diferentes. ConTrois hommes qui marchent(Tres hombre que caminan), Giacometti intenta atrapar en una escultura la visión fugitiva de figuras en movimiento, colocadas sobre una escena.

 

Las dimensiones de la representación

Esta sala recuerda la riqueza del intercambio de Giacometti con Jean-Paul Sartre, a quien conoció en 1941, y autor de dos ensayos fundamentales sobre el arte de Giacometti publicados en 1948 y 1954, sobre el tema de la percepción. En 1948, el Estado francés quiso honrar a los intelectuales y artistas franceses, y le encargó a Giacometti una medalla dedicada a Jean-Paul Sartre; la medalla nunca llegó a acuñarse, pero quedaron los diseños. En 1938, la figurita pequeña, pequeña por estar lejos, ya expresa su esfuerzo por traducir la percepción de una figura a determinada distancia. Poco antes de su regreso a París, en septiembre de 1945, Giacometti concibió una escultura que sería el prototipo de sus figuras paradas de la posguerra: Femme au chariot(Mujer con carro), que representa de nuevo la imagen, de memoria, de su amiga inglesa Isabel. De pie y de frente, con los brazos a los costados del cuerpo y la cara inexpresiva, esta escultura es emblemática de la búsqueda de Giacometti en torno a la figura femenina de pie.

Sala 4

Figuras y bustos

Continuando con la búsqueda que se inició con Femme au chariot, de 1945 a 1965, Giacometti se dedica a esculpir la figura femenina de pie, lo más neutra posible, para mostrar todas sus posibilidades expresivas y variedades infinitas. Sus figuras femeninas son siluetas alusivas, reducidas a veces a un solo rasgo, y siempre abordadas en etapas sucesivas que se traducen en series de obras. Liberadas de la jaula, ellas definen su propio espacio y se apropian de su entorno.

 

Los bustos de Giacometti, pintados y esculpidos, son la traducción del modelo entendido como alteridad irreductible, imposible de aprehender en su integralidad. Desprovistos de toda emoción o expresión, los bustos son el receptáculo de lo que aporta el espectador. Para el artista, se trata de captar y transmitir la vida que palpita en el cuerpo del modelo, y no su psicología.

 

Sus modelos favoritos son la gente que tiene cerca: Annette, su esposa desde 1949, y Diego, su hermano y asistente desde 1931, quienes servían de apoyo a sus investigaciones más avanzadas. Giacometti trabaja de memoria y hace surgir su imagen en el seno de un espacio imaginario.

 

Cuando trabaja con modelo vivo, rechaza la perspectiva clásica para restituir el modelo tal como lo ve, en su faceta deformada o parcelada, siempre cambiante. Sus rasgos distintivos se diluyen y a veces se funden, o se reducen a lo esencial.

 

Desde 1951 hasta su muerte, Giacometti realizó una serie de “cabezas negras”, que junto con algunas cabezas esculpidas anónimas, dan cuerpo al concepto de hombre “genérico”, que Sartre resumirá en 1964 en su novelaLas palabrascon la siguiente fórmula: “Todo un hombre, hecho de todos los hombres y que vale lo que todos y lo que cualquiera de ellos”. Se trata de una contribución capital que hace  Giacometti a la historia del retrato del siglo XX.

 

Monumento

Gracias a su galerista Pierre Matisse, Alberto Giacometti fue invitado en diciembre de 1958 a presentar un proyecto para un monumento a ser instalado en una plaza en construcción frente al nuevo rascacielos del Chase Manhattan Bank, en Nueva York. En febrero de 1959,  el arquitecto de ese ensamble urbano, Gordon Bunshaft, le envía las dimensiones de la plaza para que Giacometti realice una maqueta y así le resulte más fácil imaginar el espacio, ya que el artista no ha puesto nunca un pie en Estados Unidos. Para ese proyecto, Giacometti decide retomar, pero en gran escala, los tres motivos básicos que habitan en su obra desde 1948: una figura femenina de pie, un hombre que camina y una cabeza apoyada en el suelo, dispuestas una en relación con las otras. Con ese monumento, Giacometti permite por primera vez que el espectador ingrese en su maravilloso mundo, donde los árboles son mujeres y las piedras son cabezas, un claro mágico transitado por siluetas fugaces de hombres caminando. Finalmente, el monumento no fue instalado en Nueva York, ya que en 1961, el artista se negó a competir. En cambio, Giacometti decidió editar cada una de esas figuras por separado y en bronce, y presenta una primera versión de ese conjunto en la Bienal de Venecia de 1962. A pedido de Marguerite y Aimé Maeght, el artista trabaja luego con Josep Lluís Sert, arquitecto de la Fundación Maeght, para instalar una versión del ensamble en el patio central del edificio de la fundación, emplazado en lo alto de un pinar que se despeña sobre la Costa Azul.

 

Para Giacometti, la cotidianeidad más banal entraña misterios y maravillas. Observa que el paisaje que él pinta desde la ventana de su taller en Stampa no deja de cambiar y que él podría “pasarse los días frente al mismo jardín, los mismos árboles y el mismo fondo”, o en París, frente al pequeño pabellón que pinta desde su puerta, en la vereda de enfrente. Se maravilla de “todos los bellos paisajes que hay para pintar sin tener que cambiar de lugar, el paisaje más común, el más anónimo, el más banal y hermoso que uno pueda ver”. Al retomar incansablemente el motivo trillado de la figura desnuda, del hombre que camina y de las cabezas de rasgos intercambiables, Giacometti ha creado los íconos más fuertes y emblemáticos del siglo XX.

 
 

 

Alberto Giacometti en Proa
Por Adriana Rosenberg, presidente de Fundación Proa

 

 

“Una exposición de Giacometti es un pueblo. Esculpe unos hombres que se cruzan por una plaza sin verse; están solos sin remedio y, no obstante,

están juntos”

Jean Paul Sartre

 

 

Presentar y abordar la trayectoria de Alberto Giacometti es transitar por los puntos centrales y más radicales del arte del siglo pasado. Contemplar su territorio es sumergirse en una ciénaga de propuestas en donde la imagen que contemplamos nos pregunta, con respeto, provocando admiración y sorpresa. Es la irrupción del vacío, del silencio, de la subjetividad, y de la peculiar y singular manera de representar la figura humana.

 

Amigo de los filósofos de la época y ocupado en el devenir existencial, escribe: “(…) lo único que puede apasionarnos es descubrir una nueva vertiente, un nuevo espacio, percibirlo en la penumbra apenas le roza la luz. Es la esfinge que, tarde en tarde, comparte una palabra de su enigma; y todas esas palabras constituyen el conocimiento humano. Ese conocimiento es un ìnfimo resplandor siempre vacilante en lo desconocido, en lo que nos rodea, que nos toca, que nos penetra y envuelve (…)” (Escritos, p. 364)

 

Muchos son los motivos por los cuales es trascendental presentar la exhibición Alberto Giacometti, su reconocimiento es cada vez más intenso por el valor de su pensamiento y de sus obras.

 

Artista fundamental, escultor, pintor y excelente dibujante; la exhibición curada por Véronique Wiesinger da cuenta de la amplitud de propuestas en las 150 obras que seleccionó de la Fundación Alberto y Annette Giacometti, París; y que abarca cada uno de los momentos más emblemáticos de su vida y de su obra.

 

En un esfuerzo conjunto con la Pinacoteca de San Pablo, el Museu de Arte Moderna de Rio de Janeiro y Fundación Proa, la exhibición se presenta por primera vez en Sudamérica. En ambos países la curadora incorporó las obras que, tanto en Brasil como en la Argentina, estaban en diversas colecciones.

 

El catálogo Alberto Giacometti reproduce una selección de obras exhibidas en la muestra; más el enfoque curatorial de la exhibición, una selección de los escritos del artista, una entrevista destacada y una inédita investigación sobre Giacometti en Brasil y Argentina.

 

Lograr exhibir este extraordinario cuerpo de obra es el resultado del trabajo y dedicación del equipo de Base7 quienes organizaron la exhibición para las tres sedes. Muchas gracias también a la Fundación Annette y Alberto Giacometti, París por la generosidad en el préstamo de tan valorado patrimonio.

 

Nos queda como siempre agradecer la voluntad de muchas instituciones, embajadas y equipos de trabajo de varios países; además de una merecida mención especial para los directivos de Tenaris, Organización Techint, quienes decidieron acompañar esta exhibición, tanto en Brasil como en la Argentina, asumiendo el compromiso de difundir una obra capital para la comprensión del pensamiento y del arte del Siglo XX.

 

ARTISTAS PARTICIPANTES

 
ars omnibus auspician Buenos Aires Gobierno de la ciudad Ley de mecenazgo Itau Cultural Satelital Artebus