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Lun a Vie de 14 a 20 hs.

A vuelo de pájaro

Muestra colectiva

Del 22 de Octubre al 24 de Noviembre de 2008  - Entrada: libre y gratuita

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Inaugura miércoles 22 a las 19 hs.

Las vistas panorámicas a vuelo de pájaro responden a la necesidad humana de abarcarlo todo, sobrepasado sus propias capacidades. El ojo se eleva y capta la inmensidad del paisaje, desde la perspectiva de un ave, o quizás, de un dios del Olimpo. Así, dominados por esa mirada poderosa, los paisajes se convierten en imágenes a medida humana, pequeñas enormidades.

En 'A vuelo de pájaro' artistas jóvenes y consagrados se elevan a las alturas y nos devuelven pinturas, dibujos, fotografía y videos. 

Texto de Marta Penhos - octubre 2008

La visión de un espacio geográfico observado desde las alturas, un punto de vista que busca implicarlo todo, que no es de nadie y puede ser de muchos a la vez, una perspectiva impersonal que sugiere lo absoluto, indudable e imparcial.

Desde el siglo XVI los artistas y cartógrafos del norte de Europa cultivaron con maestría este modo de captar algo de la realidad fenoménica que sobrepasa las capacidades perceptivas de los hombres. Porque las vistas panorámicas responden a la aspiración de elevarse más allá de lo posible, desafiando los límites de la vista humana.

¿En qué animal fantástico, de alas poderosas y ojos abarcadores, se transformaban para realizar aquellas vistas? ¿O se ponían en el lugar de los dioses antiguos, que desde el Olimpo observaban el mundo y decidían sobre él? Podemos imaginarlos siguiendo el deseo de alcanzar, aunque fuese en el acotado y artificioso espacio de la imagen, el control y el dominio sobre la naturaleza y la historia. ¿Y aquí? ¿Y ahora? Amplitud de los formatos, planos que ocupan gran parte del cuadro, formas que se distribuyen en ellos, horizontes altos, miradas verticales.

En las obras de la exposición pervive algo de aquel anhelo antiguo de dar cuenta de un territorio y de todo lo que hay en él, aunque ellas son producto de elaboraciones que terminan por diluir toda objetividad, por dejar atrás cualquier intento de llegar a lo absoluto. Como los artistas del pasado, estos de aquí y ahora deciden elevarse a las alturas, pero renuncian a captar con fidelidad neutral los datos y evidencias de lo que observan. Son otros los materiales con los que cada uno construye sus versiones del mundo, como el aeropuerto y el territorio de viviendas y vegetación que se adivina más allá en la vista sin horizonte que propone Pastorino. Allí, el desenfoque de los bordes, la nitidez reducida a los aviones que jamás podrían despegar, abigarrados como se hallan en las pistas, nos habla de una escenografía frágil, pronta a desarmarse apenas soplen vientos encontrados. O el territorio de Labaké, extraño y familiar a la vez, de superficie lisa y aguas misteriosas, en el que asoman la distancia y el abandono. También Rodríguez construye trazo a trazo un espacio desolado, en el que alguna vez trabajaron hombres voluntariosos, un sitio austero donde apenas se sospechan las huellas de lo acontecido. Sin embargo, no hay detención del tiempo, sino un lento transcurrir que arrastra la mirada hacia fuera del marco, buscando algo más. Doffo apuesta, en cambio, a un instante atrapado entre dos tiempos, la eternidad como un polvo fino, sólo visible en la rara luz de una hora incierta. A ella van a parar los edificios vacíos y todo lo que hay en esta tierra curva sobre la que se impone la oscuridad del cosmos. Alonso elige un formato vertical que guía los ojos a través de ese campo cuadriculado, para llevarlos hacia el horizonte cubierto por la visión de la antigua ciudad, que es el límite del ilimitado panorama. Un aire vital anima el plano, que se hincha como si respirase. Las figuras humanas y los vehículos que pueblan la playa de Travnik, los colores vivos de un día de sol, construyen un lugar –Claromecó o un balneario cualquiera de la Provincia de Buenos Aires- y proponen un tiempo que fuga hacia atrás, en el recorrido que, desde el viejo Renault rojo, sigue una línea diagonal que nos lleva hacia un espacio de seres diminutos. Las acciones de Borovinsky y Juan plantean otra posibilidad para abordar el control sobre la naturaleza, ya no, claro está, en clave de sometimiento. De sus intervenciones en la realidad geográfica –la fértil llanura bonaerense, la extensión blanca de la Antártida- surgen nuevas realidades de espacios inventados allí mismo. Si el proyecto dirigido por Borovinsky buscó potenciar los recursos naturales de la tierra, el de Juan señaló la fragilidad de los confines de nuestro territorio en esta época de severos cambios climáticos. Versiones del mundo. Paisajes solitarios, escenarios inestables, espacios promisorios o en peligro. Regiones difíciles de reducir al dominio del hombre. Queda conocerlos desde las alturas, a vuelo de pájaro.

 
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