Si alguna vez te sentiste un/a extranjero/a en tu tierra, si te cuesta encontrar interlocutores válidos, si nunca se cruzó en tu camino alguien que tuviera “el tono de tu canción”, si te parece que este mundo material aún no puede satisfacer tu extrañar, tal vez no se trate de tu rareza, como pensarían muchos, sino de una esencia que se niega a perderse en una matrix que ha hecho mucho para que te olvidaras que venís de las estrellas, que sos una semilla con un potencial ilimitado, viviendo en la periferia de sí misma.
Tener caja de seis velocidades y manejarse únicamente en la primera es molesto, es como ponerte ropa apretada… Puede que por un tiempo sea cómodo pero en algún momento eso que te mantiene como en un eterno día de domingo, se vuelve una pesadilla. Y el cuerpo llama la atención con incomodidades y síntomas, hasta que reveles en tu conciencia la verdad que te negaste cuando sumisamente te calzaste ante el grito de un familiar (con lo placentero que es andar [email protected]!), y cuando acudiste a algún tipo de rito, congregación o costumbre religiosa, el día que te otorgaron una, interponiendo un dizque representante de Dios que distorsionó bastante el sentido de religar.
De esta forma cortaron tu conexión con la tierra, con los ritmos y ciclos naturales, pero también con el Cielo, con lo superior en vos.
Este momento y estado de la humanidad es el preciso para recordarTE, para volver a vos, para rebobinarte en tus juegos de niñ@ que todavía no habían soslayado al núcleo de tu ser, y re – sintonizarte para tal vez integrar esa sustancia primordial en tus actividades, en tu vocación, en tu respirar…
Si no la viste, te recomiendo sumergirte en la película “La forma del agua”, y comenzar ese viaje de regreso.
Un abrazo grande como un rancho!
Sandra Marconi