Por Fernando Cocchi
Alumno Área Transdepartamental de Crítica de Arte.
IUNA I Instituto Universitario Nacional del Arte
Algunas consideraciones sobre PRODIM, un programa que brinda asistencia técnica en materia de documentación y digitalización de bienes culturales. Un radar para abordar los Museos bonaerenses.
Desde los Gabinetes de Curiosidades en los siglos XV y XVI hasta los museos interactivos, el concepto de exhibición, colección, la noción de patrimonio, acervo y la circulación del público, entre otros, han modificado radicalmente su estructura y su trascendencia. En la actualidad, el Consejo Internacional de Museos (ICOM) sostiene que “un Museo debe existir por la necesidad de una reflexión que aborde la historia. Para encontrar proximidades dentro de una realidad usual mediante la investigación, que concierne a los testimonios materiales del hombre, que los adquiere, conserva, exhibe y comunica para su estudio, educación y deleite”. De esta manera, visitamos un Museo con la seguridad de encontrar herramientas y estímulos que nos permitan amplificar los modos de deconstruir la historia y reflexionarla a través del estudio de diversos imaginarios creadores, hechos políticos, históricos y culturales. Pero, ¿efectivamente el Museo nos ofrece estas herramientas?
Naturalmente, el componente fundamental de cualquier Museo es su acervo. Al situarnos enla Provinciade Buenos Aires, encontramos una cantidad importante de Museos con dificultades no sólo en la administración de sus colecciones, la capacidad de exhibirlas y conservarlas, sino también existe un profundo desconocimiento sobre los bienes y obras que conforman la colección. El Programa de Digitalización de Museos (PRODIM), perteneciente ala Direcciónde Patrimonio del Instituto Cultural dela Provinciade Buenos Aires, y que en un primer momento se implementó en los seis museos dependientes del Instituto Cultural (Complejo Museográfico Enrique Udaondo en Lujan, Museo Pcial. Emilio Pettoruti enLa Plata,La Quinta17 de Octubre en San Vicente, Museo y Casa de Perón en Lobos, el Museo Histórico Guillermo Hudson y el Libres del Sur en Dolores), tiene como objetivo que las instituciones cuenten con bancos de información actualizados sobre la cantidad, ubicación y estado de conservación de todos los bienes que integran su acervo. “Surgió a raíz de la necesidad de regular la situación de los inventarios y como una herramienta informática al servicio de la difusión y la catalogación científica de los bienes culturales de la provincia”, explica su creadora y coordinadora,la Magísteren Historia del Arte Argentino y Latinoamericano, Museóloga y Conservadora de Bienes Culturales, Viviana Mallol. El proyecto se inició en el Complejo Museográfico Provincial Enrique Udaondo de Luján dada la cantidad de acervo. “No había inventario informatizado ni regularizado. Se hacían verificaciones de los bienes en papel, pero eso no permitía constatar su existencia. En 2003 se diseñó una base de datos y en el 2008 se implementó el programa para que pudiera ser utilizado en los demás museos dependientes del instituto cultural”, sintetiza.
No es menos grave el desconocimiento de los bienes acumulados que su estado de conservación. El inventariado y la posterior catalogación confieren elementos indispensables no sólo para un trabajo administrativo correcto. La capacidad de recolectar informaciones que hacen a la naturaleza del bien cultural, permite delinear exposiciones, realizar estudios y seguimientos para su conservación o restauración. “A través del ordenamiento, muchas instituciones han podido encaminar la misión y visión de ese museo, dado que no siempre está del todo identificada la función de la institución en la comunidad”, revela Mallol. En este sentido, según Luis Alonso Fernández, director del Museo Contemporáneo de Sevilla, el nuevo Museo no es un edificio, una colección y un público; sino, un Territorio, un Patrimonio y una Comunidad. Se abre así un nuevo paradigma: el museo como ámbito de acción donde se da lugar al patrimonio producido en su medio. Por otra parte, el antropólogo y crítico cultural García Canclini, ha señalado que el rol asumido desde el estado en torno a la definición y promoción del patrimonio tiene que ver con operativas de conservación y monumentalización, cuya tarea pretende rescatar, preservar y custodiar aquellos bienes históricos capaces de exhibir una idea de nación, pero también un estado de la ideología política predominante. Aunque la promoción de estos sitios y bienes históricos ha impulsado la formación de un marco para la salvaguarda del patrimonio, este bien cultural no puede ser concebido como manifestación ajena a la organización material propia que hace posible su existencia; a las relaciones que a partir de ello se entablan; a los grupos sociales que de ello obtienen beneficio. Cabe aquí cuestionarnos ¿por qué el patrimonio? ¿por qué la necesidad de la autorepresentación? ¿por qué el Museo?
El patrimonio y las colecciones de los Museos, así constituido, se inscriben como un bien de valor incuestionable. Pero, ¿cuáles son las estructuras relatos que legitiman la recuperación y revalidación de determinado fragmento del pasado o del presente? Examinar las propiedades intrínsecas del bien cultural y reflexionar acerca de las identidades y los recursos sociales que a él se vinculan, parecieran ser las puertas a un estado de conocimiento elemental de los bienes. Por eso, uno de los grandes beneficios que trae consigo PRODIM tiene que ver con la actualización de los inventarios, que es el primer paso para los procesos de conservación, de reconocimiento y que además otorgan seguridad jurídica y mayor control del bien cultural. A su vez, señala Mallol, “tener los bienes culturales almacenados en bases de datos permite interactuar y relacionar los contendidos. El ordenamiento es uno de los grandes problemas de los museos. Muchos no conocen su contenido, su acervo. En los museos más grandes la dificultad parecería ser más compleja porque cuesta ubicarlos, no se sabe dónde están los bienes. La cuestión administrativa se separó de lo que es el registro museológico y este programa trata de unirlos. Porque el origen de un bien es su razón de ser”, agrega.
La intervención en el Museo de Luján “fue la gran experiencia” recuerda Mallol. “Tuve la suerte de contar con el asesoramiento de la directora del Instituto Getty (The Getty Conservation Institute) de Los Ángeles. Orientada por su directora, Murtha Vacca, se comenzó a trabajar principalmente en materia de conservación de las piezas. “A través del programa se estableció una política de conservación en cuanto al almacenaje, que por inundaciones estaban en malas condiciones. Se intentó que el Museo dejara de tener un depósito para convertirlo en reservas. Con aportes públicos y privados, explica, se logró armar reservas que nos permiten ubicar, ordenar y asegurar las piezas. De esa forma, se alcanzó una mejora sustancial en la organización interna del museo en cuanto que se deja por sentado los destinos de las obras: si están a préstamos, si se encuentran en algún proceso de restauración o forman parte de alguna muestra temporaria o pedido externo. En la organización del programa es fundamental que vaya de la mano lo administrativo y lo tecno científico. Quizá en lo administrativo, la pieza tiene un nombre que no es el que corresponde en lo denominado tesauros museológicos o de arte o arquitectura. Esas incompatibilidades pueden traer complicaciones”, asegura. “No es lo mismo decir que una pieza es un carruaje que decir es una berlinga. El PRODIM unifica esos conceptos y aplica los términos museológicos de acuerdo a la pauta de The Getty Conservation Institut, que pretende hacer un diccionario de términos, y que todos los museos dela Argentinaadopten la misma metodología”, dice Mallol.
En un sentido crítico sobre el desarrollo económico, social, cultural, ambiental y territorial de las ciudades, el antropólogo Llorenc Prats[1], ha considerado que a los poderes políticos les ha resultado mucho más provechoso la recuperación y restauración de determinados bienes que cumplían con un nivel de consenso amplio en la comunidad, pero que no asumían un compromiso de abordaje y construcción de discursos y relatos capaces de suministrar interpretaciones acerca de una historia local amplia, inclusiva y plural. “Existen muchos pueblos que no tienen la información ni la documentación de su historia pero que están en otras ciudades. Ante esto PRODIM promueve la interrelación, la curaduría de exposiciones, las regiones y caminos culturales. En ciudades del interior he encontrado una gran cantidad de bienes que hacen a la identidad de esa comunidad y que se encuentran desperdigados, sin embargo, existe una intención de incorporarlos al Museo”, cuenta su coordinadora. Un ejemplo lo encontramos en el paraje San Francisco, en el noroeste dela Provincia de Buenos Aires. Raúl Severini es el propietario de una colección que va desde antiquísimas herramientas agrícolas a teléfonos, máquinas de coser, fotografías y que hoy huelgan en su propiedad lejos del público. “Desde mi adolescencia me gustó preservar cosas que tenían antigüedad. Pero un día, ya cercano el fin del siglo XX, vi un camión cargado de chatarra (arados, sembradoras, aporcadoras de los que tiraban con caballo) para ser fundida y perderse definitivamente. Lo cual me produjo angustia y me propuse rescatar todo objeto que se había usado en el siglo pasado”, expresa el recolector incansable.
Pues bien, la tarea fundamental será distinguir si esos fragmentos del pasado forman parte de estructuras preestablecidas, representativas y reconocidas socialmente y desde PRODIM, explica Mallol “los asesoramos para que puedan incorporarlos desde la institución museo”. En comunidades pequeñas la crítica histórica acerca del propio desarrollo institucional, social, político y cultural es insuficiente, por lo que en los tiempos sucesivos no existirán interpretaciones del pasado construido si no se aplica un trabajo de historicidad local, de relevamiento e inventariado. En este sentido la decisión de revalidar determinados aspectos del pasado y no otros origina la aniquilación de un tipo de memoria, la aniquilación de una historia de la construcción institucional. En consecuencia, la falta de metodologías y de análisis que proporcionen más información sobre las construcciones sociales y, en paralelo, una mejora en las condiciones de producción y circulación de esas informaciones, forjará una retrocesión de la práctica de la conservación patrimonial. Ambos procesos superarán el carácter unitario de los bienes históricos y así se dejará de identificar al conjunto de bienes del pasado como algo dado, para comenzar a percibirlos desde una perspectiva contenedora de las superficies, el territorio, los grupos identitarios, pero fundamentalmente, como una construcción social.
[1] Llorenç Prats; Concepto y gestión del patrimonio local, Cuadernos de Antropología Social Nº 21, pp. 17-35, 2005
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Fernando Cocchi
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Fernando Cocchi nació en Los Toldos, Bs. As. Es estudiante de Crítica de Arte en IUNA. Participó como expositor en el 2° Congreso Internacional de Gestión Cultural, Mar del Plata, agosto 2011, (UNMDP). Y en las Jornadas Internacionales de Investigación en Arte enla Universidad NacionaldeLa Plataen noviembre de 2011. Sus trabajos de investigación fueron destacados en Caras y Caretas, Revista rumbos, y Diario Crítica entre otros. Trabajó en la oficina de Prensa del Museo Nacional de Bellas Artes, en el Centro de Documentación del Centro Cultural Recoleta y fue encargado dela Galeríade arte contemporáneo Isidro Miranda, en San Telmo. En la actualidad coordina un proyecto de revalidación y preservación del patrimonio histórico y cultural en la ciudad de Los Toldos.