Parecería un pronóstico primitivo y casero del tiempo, o bien la expresión preocupada de quien prevé el acercarse de una devastadora tempestad. Pero no… La frase no guarda relación con la meteorología: está directamente relacionada con la creación artística de un gran maestro africano, cuya reciente muestra admiramos en Ciudad del Cabo, en el Museo Nacional de Sudáfrica -South African National Gallery.
“Escuchando un trueno lejano” es el título de la obra emblemática del artista que da la bienvenida a quienes visitan la exposición. El crítico de arte sudafricano -Lloyd Pollack- así describe la imagen: “Trueno Lejano es el cuadro de una familia sin techo, abandonada en un descampado, que aporta una fuerte nota de grandeza y pathos. No hay un padre en quien apoyarse y los niños involucrados se aferran a su indoblegable madre mientras ella procura una solución para su situación…”
La retrospectiva, que recorrimos deslumbrados, reseña los hitos de la rica producción de Peter Clarke, gran artista viviente, quien hoy con más de 83 años sigue plenamente activo y con una notable energía creativa.
Clarke es un artista ecléctico y difícil de catalogar, ya que suele trabajar con una muy amplia gama de técnicas, medios y materiales, que incluyen objetos hallados, fragmentos de vidrio, cuero, madera y otros elementos. Integran su prolífica obra pinturas, grabados, dibujos y collages. Nos sorprenden sus grabados en blanco y negro al igual que sus cuadros no de gran tamaño pero con vivos colores que no podemos sino describir como “africanos”. Ecléctico es, sin lugar a dudas Peter Clarke, que ha merecido reconocimientos internacionales no solo como artista plástico, sino como poeta, como escritor y como filósofo siempre comprometido con la política e interesado en la antropología. Con mucho humor, toma en broma su personalidad multifacética y afirma que -de haber sido uno de tres trillizos- cada uno de ellos podría haberse dedicado a llevar adelante su propia tarea… La gran retrospectiva montada en la National Gallery tuvo por objeto honrar la vida y la obra de Clarke y celebrar su enorme contribución al arte en Sudáfrica.
Es interesante señalar cómo llegó Clarke a ser lo que más tarde sería: un gran -y muy emblemático- artista. Nació en 1929, en una pequeña ciudad no alejada de Ciudad del Cabo: Simon’s Town. Desde muy joven trabajó en el puerto local, hasta que en el año 1956, a los 27 años, dejó atrás el estibaje y se dedicó por entero a su verdadera vocación: el arte. En cierta oportunidad confesó que si no hubiera optado por el camino del arte, “ése hubiera significado el fin para mí”. En más de seis décadas de incansable trabajo, Clarke se dedicó a interpretar y representar diferentes aspectos de la vida en Sudáfrica. No olvida que en la era del “apartheid” él y sus familiares fueron literalmente arrancados de Simon’s Town y llevados a un lugar conocido como Ocean View, en el valle de Noordhoek. Sin embargo, su obra no tiene dejos de amargura ni, tanto menos, de resentimiento. Ocean View (Vista del Océano…), desde donde irónicamente no se vislumbra el océano, se convirtió en esos años en un enclave reservado a gente “coloured”, es decir, de color.
Por lo general, sus obras celebran la vida en todos sus aspectos y reflejan su deleite en las pequeñas cosas cotidianas. La muestra abarca toda su actividad plástica, que puede dividirse en períodos bien específicos. Parte de trabajos tempranos, realizados todavía como alumno en la escuela secundaria pública. Luego avanza hacia la amplia producción de grabados que lo han hecho famoso y desemboca finalmente en el período de las obras que realizó durante sus viajes a los Estados Unidos, Noruega, Israel y Francia a partir de 1970. Todo esto se ve coronado por las obras más recientes, en las que dirige su mirada hacia los difíciles años del “apartheid” y celebra luego el surgimiento de una nueva Sudáfrica igualitaria y democrática.
Por su obra, Clarke obtuvo dos de los más codiciados reconocimientos a los que un artista puede aspirar en el país: la Orden de Ikhamanga por sus logros en arte y literatura en 2005 y, cinco años después, el Premio a la Trayectoria. Sean O’Toole, un reconocido columnista, lo entrevistó en su casa en Ocean View -donde ha vivido desde aquel entonces. Clarke –un soltero que vive solo- le contó que tiene tres hermanos y dos hermanas, una de las que ha fallecido. Su casa se asemeja a una casa-museo, donde todo parece estar al alcance de la mano y en escrupuloso orden. Lo que más parece haber llamado la atención de O’Toole es la cantidad de libros de arte en la biblioteca de Clarke: los títulos muestran hasta qué punto le atraen todas las tendencias, incluyendo por ejemplo el “Arte Povera” de Italia o el de los Aztecas de México. No se lo puede describir como un solitario, pero Peter Clarke en repetidas ocasiones mencionó que aprecia vivir en un lugar algo apartado gracias a lo cual solo ve a la gente que realmente le interesa ver. Confiesa a O’Toole que ocurre algo muy gracioso con muchos visitantes: comienzan a actuar como si estuvieran en un museo, tocando y observando con gran curiosidad y reverencia todo lo que está a su alcance.
Recordando los años del secundario, Clarke reconoce que era ya muy hábil en el uso de las acuarelas. Sin embargo, a los 15 años dejó los estudios y fue a trabajar al puerto, donde ya trabajaba su padre. En tiempos del “apartheid” el arte y el ser artista eran cosas reservadas a la gente de raza blanca. No obstante, se anotó en cursos nocturnos en una escuela para adultos.
Clarke reconoce haber sido muy influenciado por una serie de tendencias y estilos, entre los cuales destaca el expresionismo alemán, los grabados japoneses y el realismo social de los mexicanos José Clemente Orozco y Diego Rivera. Hay una cierta constante en sus trabajos. Se repiten figuras moldeadas por ambientes desolados de “ghetto”. Clarke aclara que nunca pinta a partir de la realidad o mirando una foto como hacen otros: pinta lo que se le va ocurriendo.
La muestra en la National Gallery tiene -entre otros grandes aciertos- el de permitir acercarse a la obra de Clarke a partir de sus primeros trabajos de época escolar, cuando no se había dedicado aún íntegramente al arte. Paso a paso, la muestra permite seguir su evolución artística, del mismo modo que ocurre en el museo Picasso de Barcelona, donde las obras expuestas arrancan desde sus más tempranas épocas, cuando aún firmaba Pablo Ruiz.
Preguntamos a funcionarios del museo a qué se debía que la mayoría de los trabajos expuestos no fuera de gran tamaño. La respuesta no se hizo esperar y nos dejó pensando: Clarke nunca pintó en un atelier o estudio: siempre lo hizo en el living de su casa en Ocean View. Eso no solo explica el formato relativamente pequeño de sus obras, sino el intimismo que todas revelan.
Después de visitar la muestra quedamos en silencio, reconociendo lo poco que sabemos del arte tradicional y contemporáneo del continente africano, por más que grandes pintores europeos –Picasso entre ellos- hayan tenido mucha influencia de África. Nos dimos cuenta de que, a duras penas, podemos recordar el nombre de un par de artistas africanos, sencillamente porque tenemos la mirada, por así decirlo, comprometida con Europa y en menor medida, América.
Alcanza con recorrer la grandiosa muestra de Peter Clarke para ver cómo, en esa parte del mundo, no solo hay grandes artistas, sino que se dominan técnicas y un uso del color nunca vistos antes –por nosotros- en otras latitudes.
Es prudente no caer en el frecuente despropósito de “hacer decir” a los artistas lo que nos parece a nosotros. Es mucho mejor, en el caso de la impactante obra de Peter Clarke, que sus obras hablen por si solas y revelen sus secretos más íntimos.
Leímos varias notas críticas sobre la obra de Clarke y una de ellas nos hizo mucha gracia en este contexto. Un crítico local, refiriéndose a la obra de Clarke en su conjunto, termina lamentándose diciendo “…si solo…” Estas dos palabrejas encierran una ceguera irritante. El “si solo…” debe leerse como “…si solo Peter Clarke hubiera contado con un gran atelier y hubiera trabajado en gran tamaño y con materiales más nobles y de mejor calidad…” La respuesta es muy simple: si hubiera trabajado con todo eso, sencillamente no hubiera sido el Peter Clarke que conocimos en Ciudad del Cabo. Hubiera sido otro y probablemente habría ocupado más pared en el museo, pero con obra de menor “peso” y mucho menor valor. Sería como lamentarse de que Yannis Kounellis “solo” haya podido hacer “Arte Povera”. Claramente, Kounellis podría haber hecho “Arte Ricca” pero no hubiera sido lo mismo. El mismo crítico que llegó a su “…si solo…” reconoce que muchos artistas “veteranos” han pasado toda su vida trabajando contra impedimentos económicos, políticos, espaciales, ambientales y educacionales. Posiblemente no se dé cuenta de que han sido precisamente estos condicionamientos los que les han ayudado a forjar su estilo y dar vida a sus imágenes.
No por nada, la exposición retrospectiva de la National Gallery se suma a las más de 95 que ha realizado Clarke a nivel mundial. Pero dejemos que sea el mismo Clarke a hablarnos desde su deslumbrante obra, cuyas fotos han sido gentilmente proporcionadas para ArsOmnibus por el responsable de la National Gallery, Riason Naidoo…
Me gusta mucho la obra, la simpleza de las formas y el colorida, yo pinto aunque hace años que hago pintura no figurativa, pero esta obra despojada y sólida me ha gustado mucho.
La nota es un excelente aporte al conocimiento y acercamiento hacia el arte africano que como bien se expresa, no está tan difundido en nuestro ambiente. Nos acerca al artista mostrándonos su subjetividad y su postura ante la vida, nos habla de sus cualidades y conocimientos junto a los datos biográficos del pintor, los cuales se reflejan en el modo en que realiza sus obras. El crítico completa ese conocimiento que otorga a priori con la presentación de fotografías de obras que corroboran con su calidad y belleza la presentación que el ha realizado.
Considero que es una excelente nota sobre la retrospectiva de Peter Clarke.
La nota es un excelente aporte al conocimiento y acercamiento hacia el arte africano que como bien se expresa, no está tan difundido en nuestro ambiente. Nos acerca al artista mostrándonos su subjetividad y su postura ante la vida, nos habla de sus cualidades y conocimientos junto a los datos biográficos del pintor, los cuales se reflejan en el modo en que realiza sus obras.
Considero que es una excelente nota sobre la retrospectiva de Peter Clarke.
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